
—¿Te has tocado el cuerpo con las manos?
—Sí.
—¿Lo haces a menudo, hija?
—Todos los días...
—¡Todos los días! Esa es una ofensa gravísima a los ojos de Dios, la pureza es la mayor virtud de una niña. ¡No debes hacerlo más!
—Y si me toco con guantes, padre ¿también es pecado? —pregunté espantada, calculando que no sería fácil lavarme la cara, cepillarme los dientes o rascarme con guantes. Cuando mi madre preguntó por qué murmuraba, tuve que explicarle que estaba rezando mis doscientas Ave Marías de penitencia por el pecado de tocarme el cuerpo con las manos. Ella me dió otro sermón.
¿Queda alguna duda del porque no hice mi primera comunión y porque las visitas a la iglesia ya son contadas y exclusivas de quinceañeras, bodas y bautizos!?
I.A.SyY.